La elaboración del proyecto
LAS IDEAS TOMAN FORMA
En 1985 agotadas las posibilidades en el Club Alpino Popular como se describe en “El local de la calle Antonio Arias” de las páginas dedicadas a esa entidad, Carlos y Luis Miguel lo abandonarán convencidos que desde él no podrán llevar a cabo su proyecto último.
Comienza una nueva etapa que culminará en 1990 con la fundación de Montañeros Madrileños. En realidad es una etapa de reflexión para ver como lo harán, porque cuando se ha llegado a poner en marcha y gestionar un club con casi mil socios les resulta duro pensar en partir de cero.
Durante este tiempo irán madurando sus ideas y en primer lugar se valora el encontrar otro club desde el que lanzarlo pues efectivamente ese partir de cero pesaba como una losa. En aquel momento, alcanzaba una cierta fama un club del centro de Madrid, el club de Montaña Chamberí al que de hecho se afiliaron y obtuvieron su tarjeta de federado un par de periodos. Este club acabaría desapareciendo pocos años después y sus restos integrados en el antiguo Club Alpino Madrileño pues, -como la inmensa mayoría- adolecía de la falta de un proyecto. Tal como ellos mismos plasmarían en el libro blanco del Club Alpino Madrileño que elaboraron años más tarde bajo el nombre de “El Club Alpino Madrileño ante el siglo XXI”, no basta con reunir un grupo de amigos aficionados a la montaña para poner en marcha un club con garantías.
También se pensó en interesar a alguno de los clubs históricos existentes pero claro…esas entidades siempre se han sentido orgullosas de su historia (con razón, aunque transformando una conocida máxima económica “historias pasadas no garantizan funcionamientos futuros…”) y no deja de tener “su” lógica que miraran con displicencia a alguien que se acercara a su puerta con semejante embajada….
En ese contexto se produjo una graciosa anécdota que ocurrió hacia 1987. Según lo descrito, Luis Miguel Tordesillas se presentó una tarde en la sede de una de estas sociedades históricas ubicada en aquel momento en la Gran Vía de Madrid para interesarse por la inscripción, qué podía encontrar en el club un aficionado a la montaña, posibilidades de actuación en el mismo etc..…; tras un ratillo de charla en el que la persona que le atendió se refirió especialmente a obtener la tarjeta de federado, la revista y participar en algunas actividades organizadas, le indicó con orgullo que el club contaba con socios en la Antártida. Luis Miguel le preguntó entonces con sorna…: “ ahhh…y yo podría ir algún día…” a lo que él respondió…: “…nooooo…tu nooooo…”. Quedaron pues las cosas claras; al margen de que el informante fuera o no el más adecuado, la anécdota refleja la realidad de estas sociedades en la década de los 80. Con otra de ellas (histórica pero ahora irrelevante) nos reuniríamos de manera formal al poco de la fundación de Montañeros Madrileños y en ese caso además la presentación del proyecto fue acogida con una no disimulada burla.
Con este bagaje pronto tomaron conciencia de que había que partir totalmente del escalón mas bajo, fundando un nuevo club. Y no podía ser mas que con el nombre de Montañeros Madrileños porque cuando concluyó en 1982 el periodo de colaboración de cuatro clubs recogido en la historia del Club Alpino Popular, quedó expresamente autorizada la posibilidad de que cualquiera que quisiera continuar con el proyecto utilizara ese nombre. Y así se hizo. Duro…. pero al tajo….
PREPARACIÓN TÉCNICA Y DE MEDIOS
A partir de ese momento y partiendo de su experiencia organizativa en el Club Alpino Popular comienza un periodo que se extendió a lo largo de casi dos años de repensar como debería funcionar el nuevo club para ajustarse al nuevo modelo ideado. No era baladí como funcionaría en el día a día, porque teniendo en cuenta que iba a ser gestionado de forma totalmente desinteresada por dos personas con sus propios trabajos y obligaciones familiares era preciso contar con herramientas que permitieran hacerlo con la máxima mecanización y el mínimo esfuerzo.
Tanto Luis Miguel como Carlos se habían aficionado ya años antes a la informática y ello les permitió programar ellos mismos lo necesario para preparar la gestión futura del club en lo relativo a altas, bajas, gestión de actividades y cobro de cuotas. Es preciso ponerse en contexto. En 1987 los ordenadores personales valían todavía un millón de pesetas (6000 euros actuales). Los bancos no contaban para el uso diario con PC’s, sólo con un ordenador central y con base en el mismo trabajaban sobre papel, todavía transcurrirían muchos años hasta que empezaran a distribuir los PC en sus oficinas. Cuando bajaron de precio con la irrupción en el mercado de Amstrad, a Carlos le faltó tiempo para adquirir el primero, un Amstrad 1512 que con disco duro rondaba las 300.000 pesetas, ya que los normales llevaban sólo discos flexibles de 5 pulgadas. Con ello, y con el aprendizaje autodidacta del programa DBASE comenzó a programar si bien fue Luis Miguel ,que al poco también adquirió un IBM con una impresora matricial Epson x1800, el que prácticamente realizó todas las rutinas (mas de 30) necesarias para gestionar todo lo relativo al club y se encargó de su informática futura. Con todo, no era algo que les resultara extraño, puesto que ya desde principio de la década contaban ambos con los primeros pequeños ordenadores, un Commodore 64, aparato que para la mayoría de sus poseedores era un artilugio para jugar aunque ellos ya lo utilizaban con programas como Superbase 64, con los que se podía también de una forma rudimentaria mecanizar tareas sencillas.
Este desarrollo llevó mas de un año (se hacía en su tiempo libre) y tras probarlo y preparar lo necesario en el aspecto legal y de otros medios, todo quedó ya listo para lanzar el club y proceder a la fundación.
APROVECHANDO EL TIEMPO,
Este extenso periodo “sabático” de preparación, tuvo también sus ventajas. Y es que fue una larga época de tranquilidad en la que pudieron realizar muchas actividades de esquí y montaña por su cuenta. Los primeros viajes a esquiar a los Alpes (que valdrían como base para los futuros viajes de esquí de Montañeros Madrileños) y numerosas actividades en todos los macizos montañosos de España. Porque luego ya toda su actividad se volcaría en actividades colectivas con los socios.