El local de la calle Barco 30
ES NECESARIO UN LOCAL..?
Como es conocido y se expresa en otros lugares de esta web, Montañeros Madrileños nunca precisó de un local abierto al público para desarrollar su actividad, y la mejor prueba es que llegó casi al millar de socios sin contar con uno. Para la parte organizativa, que era gestionada en exclusiva por Luismi y Carlos, era más que suficiente con la sede cedida gratuitamente por Luis Miguel Tordesillas en la Carretera de Boadilla del Monte de Madrid, y así fue durante los catorce años en que se desarrolló ese fuerte crecimiento del club.
Los socios se juntaban donde era importante hacerlo: en las actividades de montaña realizadas al aire libre. Aun asumiendo que esto no siempre sería así, no estaba en su cabeza la consideración de necesidad apremiante. De una forma un poco mas lúdica, un grupo de socios se reunía los lunes en la Cervecería Internacional de la calle Regueros de Madrid donde, -entre cervezas y patatas fritas-, se organizó mas de una actividad y apalabró también mas de una inscripción en el club. Igualmente se realizaban proyecciones, utilizando para ello el salón de actos de Marco Polo en la Plaza Mayor de Madrid (agencia de viajes de aventura en la que participaba como socio Antonio Ortega de Pyrenaica y que nos cedían gratuitamente), en un local vacío propiedad de Carlos en la calle de San Lucas junto a Chueca, y otros varios.
Sin embargo, cuando intensificaron los contactos con el antiguo Club Alpino Madrileño de cara primero a una colaboración y luego a una integración total, se dieron cuenta enseguida que el establecimiento de una sede social era un elemento que representaba una oportunidad en el proceso, ya que para la cúpula de este club representaba desde los tiempos del Club Alpino Maliciosa una necesidad imprescindible. Literalmente, no eran capaces de asimilar la propia existencia del club sin local, y el histórico de la calle Augusto Figueroa (procedente del Club Alpino Maliciosa) desaparecería al vencer ya pronto la prórroga obligatoria prevista en la ley de alquileres de la época.
A LA BÚSQUEDA
Con la vista puesta en esta situación, se pusieron manos a la obra. Aunque se solicitó a los socios colaboración para la búsqueda, las pocas respuestas recibidas señalaban algunos espacios en barrios muy alejados y esto no era una opción.
Ya se había realizado unas gestiones previas, ya que, la Federación Madrileña de Montaña tenía previsto mudarse a otro local mas grande en la calle Ferrocarril de Madrid y representaba una oportunidad estratégica el ocupar el local histórico de la Federación Castellana de la calle Apodaca. Se gestionó la subrogación, con la que la Federación Madrileña estaba de acuerdo, aunque finalmente no llegaría a término por la intención de la propiedad de convertirlo en vivienda.
Descartada esta opción y cuando llegó el momento de gestionar el alquiler, ellos mismos localizarían un local adecuado en la calle Barco 30, ubicado tras la Telefónica, entre la Gran Vía y la Glorieta de Bilbao, asumible en precio y condiciones. Los parámetros que se habían marcado eran: que fuera un bajo y preferiblemente con entrada por el portal, puesto que la ausencia de valor comercial representa un plus a la hora de negociar el precio del alquiler para una entidad de estas características, y el ubicarse en un piso puede suponer molestias para el resto de los habitantes del edificio.
A la hora de lograr la firma de un contrato de alquiler la mera palabra “club” ya es un inconveniente, puesto que provoca una cierta aprensión en el arrendador, que no sabe muy bien a qué se enfrenta y los problemas que le puede provocar. En este caso sin embargo no fue así, porque topamos con un señor ya de cierta edad, ingeniero jubilado y practicante de montaña en su juventud, que veía la actividad con simpatía y también -todo hay que decirlo- que en su fuero interno tenía mala conciencia sobre las características del barrio (para los que no lo hayan conocido en épocas anteriores el perímetro formado mas o menos por las calles Barco, Ballesta, Desengaño…era el recinto de la prostitución en el centro de Madrid con numerosos locales de alterne). En esos parámetros fue relativamente fácil cerrar el trato pactando un alquiler de novecientos euros y por plazo inicial de cinco años que posteriormente se modificaría a diez y luego a dieciocho. Teniendo en cuenta además que el local precisaba de reforma.
UN ANTIGUO ALMACÉN DE PRODUCTOS QUÍMICOS
Con el tiempo este alquiler demostró ser una excelente oportunidad. Prácticamente todos los locales de mala fama fueron adquiridos por una entidad cuyo proyecto era convertir esta zona en una especie de Soho de Madrid; las tiendas de ropa crecieron como la espuma, y también el precio de los alquileres. Como ejemplo, cuando al cerrar la panadería que había frente al club se valoró alquilar también para ubicar allí sala de proyecciones y aula para cursos, la oferta fue de 3.500 euros mensuales. Y se trataba de un local de 80 metros. Esta situación se moderó algo con el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Para situarnos, el local era un bajo de unos ciento diez metros cuadrados ubicado en un antiguo edificio que había sido rehabilitado en su totalidad, con solo dos plantas por encima y cuatro vecinos (una rareza en el centro de Madrid). El local tenía entrada por el portal y por la calle (aunque esta puerta se condenó, sólo accesible para un caso de emergencia) y había sido en su momento almacén de una empresa de productos químicos ubicada en la calle de Barquillo (Casa Torrecilla-José Luis Villanueva) …y para nuestra sorpresa…entre estanterías oxidadas todavía estaban presentes una parte de estas sustancias. El primer paso fue deshacerse de ellas, lo que hicieron Carlos y Luismi con la colaboración de un antiguo establecimiento de droguería de Madrid, Manuel Riesgo de la calle Desengaño, donde se fueron entregando, ya que estaban habilitados para la manipulación y tratamiento de las mismas. También ellos dos se encargaron de desmontar las viejas estanterías y coordinar con el Ayuntamiento de Madrid su retirada.
LA REFORMA Y LA PUESTA EN FUNCIONAMIENTO
A continuación y con la colaboración de Julio Hernando, viejo amigo y también procedente del Club Alpino Popular, socio fundador de Montañeros Madrileños y siempre dispuesto a colaborar en estas lides, se estudió la reforma, que finalmente consistiría en instalación eléctrica nueva con cableado para audiovisual y redes de ordenadores, falso techo y pantallas de luz, cuarto de baño, construcción de biblioteca y cuarto de material, nuevo suelo en pasillo y algunas otras cosas. Contra reloj, la empresa con la que Julio nos puso en contacto y que se demostró mas que seria, trabajó los meses de verano consiguiendo acabar en plazo y entregar la obra en agosto lista para amueblar y recibir los enseres procedentes del local del antiguo CAM en la calle Augusto Figueroa. Posteriormente, en 2012, se realizaría una nueva reforma de enfoscado y pintura para evitar reverberación de sonido e instalar caldera y sistema de radiadores para calefacción por gas.
El local donde se ubicó también la oficina administrativa del club con la contratación de una empleada fija, se inauguraría oficialmente algo mas tarde, a primeros de Diciembre de 2004.
Desde ese momento han sido muchas las reuniones, cursos, charlas y conferencias, a lo largo de los años aunque -como se puede deducir de lo anteriormente relatado- el local, para los fundadores nunca fue una necesidad. Los socios viven diseminados en mas de cien poblaciones de la Comunidad de Madrid, las gestiones, inscripciones, seguros se realizan por medios electrónicos y por mas buena imagen que las instalaciones puedan dar ante terceros es preciso ponderar los costes de mantenimiento con la realidad de una escasa utilización.
A finales de 2019 la junta directiva de ese momento decidió liquidar este local y trasladarse a uno nuevo cerca de la plaza de Alonso Martínez. En la calle Barco ha quedado de forma física y emocional una parte de la historia del club.