El Camín del Oriente
MI PROPUESTA DE MONTAÑA
A finales de los años 90 se solicitó a algunos destacados socios y socias de Montañeros Madrileños que realizaran una propuesta de actividad de montaña que les gustara especialmente, con el compromiso de acompañar a realizarla al resto de socios que quisieran ir. Una vez llegada la fecha, el club la publicaba en el programa de actividades en unas fichas así denominadas: “Mi propuesta de montaña”, en la que se incluía una breve biografía montañera del socio/a.
Este fue el caso de Lourdes Canfranc, empedernida veraneante en Llanes, que propuso un camino que se acababa de marcar: El Pr-105-2 conocido como “El Camín del Oriente”, de Llanes a Covadonga. Parte de un proyecto más ambicioso que estaba realizando el Club Rivayagüe y que unía la ciudad de Oviedo con el Sitio de Covadonga.
En unas fechas no demasiado adecuadas, pero sí con un puente de la Constitución tentador, se programó finalmente para el mes de Diciembre de 1997 con asistencia prevista de un número limitado de socios/as: veinte. Impuesto por las posibilidades de alojamiento, recordemos…hace 25 años. Eso del Turismo Rural ni se sabía lo que era. Sólo fondas, hostales y poco más.
INESPERADOS GUÍAS
Luis Miguel Tordesillas había realizado algunas indagaciones previas sobre el camino, tampoco contábamos con una descripción detallada, pero cuando el grupo llegó alguien estaba sobre aviso. Tras dormir la noche del jueves a viernes en Cue, junto a Llanes, el viernes por la mañana el grupo se dirigió al lugar de partida…y para su sorpresa, allí les estaban esperando dos curtidos montañeros más que veteranos dispuestos a acompañarlos durante los tres días. Resulta que el club Rivayagüe contaba con socios en Llanes y los movilizó porque para ellos era algo inédito que desde un club de Madrid se desplazara un grupo elevado a conocer un camino que para ellos había supuesto el señalizar, un gran esfuerzo personal y económico.
Se trataba de José Ramón Rodríguez Tres Palacios, propietario del antiguo comercio “El Siglo” de Llanes. Este hombre tenía una rara enfermedad que le había hecho perder la audición en un oído y que años mas tarde se le repitió en el otro (una posibilidad entre millones, según los médicos). Pero sin embargo hablando de frente leía los labios con una precisión asombrosa, por lo que se conversaba con él con absoluta normalidad. El segundo acompañante, Ramón Melijosa Cuevas, era el corresponsal en Llanes del diario “El Oriente” de Oviedo.
DESCENSO HACIA CORAO
Y efectivamente, con nosotros se vinieron. Ya empezamos a sospechar algo turbio cuando nos dimos cuenta de que en lugar de calzado de montaña, se calzaban unas botas altas de goma verde tipo pescador. Y efectivamente, a lo largo del camino del primer día tuvimos la oportunidad de realizar deliciosos patinazos e inmersiones en zonas de barro que ellos atravesaban con una tranquilidad pasmosa.
Tras una larga etapa de casi veinte kilómetros se retornó a Cue para dormir una noche mas, puesto que el final del recorrido del primer día terminaba en pequeñas aldeas sin posibilidad de alojamiento. Ya se había previsto el dejar allí un vehículo para los conductores y el segundo día, tras retornar al mismo punto, se comenzó con tiempo incierto una larguísima etapa que, tras pasar por una serie de bellísimos pueblines afronta la calzada romana de Piedrahita para descender finalmente a Corao. Efectivamente, tras chispear a ratos cayó finalmente un fuerte chaparrón que poco a poco se fue convirtiendo en nieve. Pocas experiencias recordamos tan gratificantes como el descenso entre picos blancos hacia Corao en medio de una finísima y muy fría nevada, en la compañía José Ramón, que no paraba de contarnos bellas historias de montaña, insistiendo a menudo en que debíamos tener en cuenta que no es lo mismo el pico Pierzu, que el pico Pienzu. Ambos tendríamos oportunidad de ascenderlos años mas tarde.
Cansados, mojados, con frío, la llegada al modesto hostal de Corao fue una absoluta bendición. Habitaciones calientes y una exquisita cena casera fueron como un bálsamo para el descanso de los/las caminantes.
A COVADONGA POR LA CRUZ DE PRIENA
Por último, al tercer día salió el sol, y entre brumas en los valles el grupo llegó a Covadonga por todo lo alto. Y es que el camino accede al Real Sitio descendiendo entre montañas desde la cumbre conocida como la Cruz de Priena. La etapa fue muy corta y el grupo se disolvió para el retorno a Madrid tras agradecer a nuestros anfitriones su gentileza, algo que solo es comprensible por el entorno de solidaridad y confraternización de los que compartimos el espíritu montañero. Los participantes marcharon convencidos de haber vivido una experiencia única por la camaradería manifestada en todo momento, y muy difícilmente repetible. En días posteriores se publicó un artículo en el periódico de Llanes hablando de la actividad de club, y un tiempo después Luis Miguel como presidente de Montañeros Madrileños envió una carta de agradecimiento y abogando por el desarrollo y protección de los caminos de Asturias.
Luis Miguel Tordesillas, Prisca Toledo y Carlos García tenían algún día mas de vacaciones y allí quedaron, pudiendo ascender desde el Lago Enol al Mirador de Ordiales, donde entre losas está enterrado Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, que tanto hizo por estas montañas (ascendieron con crampones por el camino que va al refugio de Vegarredonda, y dejando luego atrás el mismo, en un recorrido totalmente cubierto de nieve helada). Durmiendo en un pequeño refugio del Lago Enol hoy convertido en punto de información turística, donde encontraron a un curioso y notable personaje vasco ya mayor (“iba yo a emigrar a Australia, salí con los billetes de avión y la maleta…y acabé en Durango”). La experiencia de esa pernocta daría lugar a otra actividad singular en las mismas fechas del año 1999.