La travesía de la Sierra de Cameros 2001

EL GR-93

En el año 2001, con un largo puente de mayo en el calendario (27 de abril al 2 de mayo), los responsables de trekking pensaron en hacer algo parecido a las actividades de este tipo que se venían organizando en el Pirineo, pero en zona un poco más cercana. Tras estudiar varias opciones, optaron por organizar la que denominarían “Travesía de la Sierra de Cameros” utilizando el trazado del GR-93 pero en sentido inverso. De esta forma se preparó un recorrido en cuatro etapas desde Laguna de Cameros hasta Ezcaray (al pie de esta página tenéis las etapas y hemos enlazado las topo guías, si bien hay que tener en cuenta que se describen al contrario del recorrido que se realizó). Era un momento en el que cavilaban la posibilidad de organizar algunos recorridos en otoño similares a los trekking del Pirineo, por zonas menos conocidas como esta y la Sierra de Aralar. Esta actividad se combinó con otra de Montaña con niños que se realizó solo los días 30 de abril al 2 de mayo, al ser el 30 laborable. Participaron 17 socios y socias en la travesía completa y 22 en la de niños.

La organización contó con una cierta complejidad, de nuevo por la existencia de pocos alojamientos, ya que hace de esto más de veinte años y el turismo de interior no estaba tan desarrollado. Y al ser un recorrido por etapas y no contar con una furgoneta o similar, de nuevo el coche de Carlos García será el vehículo de apoyo del grupo.

ANGUIANO Y SUS DANZANTES

De esa forma se comenzó el recorrido el sábado 27 en un día caluroso, tras haber dormido en Laguna de Cameros en un pequeño albergue, único alojamiento existente. Para los cuatro participantes restantes, el pueblo cedió la antigua escuela municipal donde con las colchonetas y sacos se pudo pernoctar de forma razonable. Esta etapa, de mas de 20 kilómetros, se hizo algo larga por el calor citado pero amena, ya que atraviesa varios pueblos pequeños. Pero bueno, la sensación de bochorno se mitigó al entrar en zonas boscosas hasta desembocar en Ortigosa, donde el alojamiento se concertó en un hotel muy sencillo justo a la entrada de las cuevas que son el atractivo de la localidad. Pequeñas habitaciones y una cena casera a precio módico.

De nuevo en marcha el día 28, y tras una larga ascensión de 600 metros de desnivel, el recorrido transcurrió de nuevo alternando pistas, prados y zonas de bosque. Pero se iba encapotando y especialmente en las últimas horas del día la temperatura bajó unos 20 grados. Pasar del verano al invierno en unas horas es algo posible, pero no tan habitual, por lo que hubo que cambiar totalmente el equipo. En Anguiano, un pueblo conocido por sus grandes cuestas por donde bajan girando los danzantes, el alojamiento se contrató en un hotel ya más apañadito, al que se accedía desde la última planta precisamente por la inclinación de las calles. Carlos García había preparado 15 litros de Zurracapote (1) con la idea de que lo enfriaran en el hotel, pero no sería necesario porque en la calle la temperatura rozaba los cero grados y en el coche se mantuvo a la temperatura adecuada.

UNA CENA PARA EL RECUERDO

Al no contar el hotel con servicio de restaurante, en el momento de la reserva nos hablaron de una casa rural en la que podrían dar de cenar al grupo y con la que hablamos llegando a un acuerdo. Ahí llegó una de las sorpresas. Se trataba de un establecimiento de estas características en una gran casona que había sido acondicionada, pero que al poco tiempo cerró porque los costes no compensaban a los gastos de mantenimiento. Al llegar, nos habían habilitado un enorme ático diáfano con dos mesas corridas para el grupo de diecisiete participantes. 

Y no faltó de nada. Primeros platos de ensaladas, jamón y queso, luego pescado rebozado frito allí mismo en un gran caldero con aceite hirviendo, chuletillas de cordero y…en un momento en que el pais vivía aterrorizado por el escándalo de las vacas locas, Prisca Toledo no dudó ni un segundo en apostar por un gran chuletón de vaca del que dejó el hueso mondado. Finalmente postres caseros y un delicioso pacharán de manzanas silvestres. Y ahí no acabó todo, porque al día siguiente tras otro pantagruélico desayuno, los propietarios de la casa se empeñaron en que el grupo se llevara dos grandes paquetes con lonchas de jamón y chorizo en rodajas y varias hogazas de pan.

EN LA CUNA DEL IDIOMA CASTELLANO

El lunes en el tramo hacia San Millán de la Cogolla, ya con un tiempo puramente invernal, la nieve y la ventisca hicieron acto de presencia nada más salir de Anguiano, a la altura de las llamadas Peñas de Anguiano, siendo preciso realizar una parada técnica en un bar de Matute (donde Prisca Toledo descubrió reconfortada lo que es un Lumumba) y tras una ligera mejoría del tiempo ya fue posible proseguir el camino, siempre con la nieve cayendo al atravesar los bosques, que en cualquier caso presentaban un aspecto espectacular. Otra larga etapa de 22 kilómetros que nos llevó hasta los antiguos monasterios castellanos de Suso y Yuso a donde se llega descendiendo desde las cumbres. Allí el grupo se encontró con los recién llegados asistentes de Montaña con Niños, y el conjunto pernoctó en el camping de Berceo, con buenas posibilidades de alojamiento en caravanas o habitaciones y cena para los cuarenta. Hubo tiempo para visitar los monasterios.

El recorrido concluyó con una etapa algo mas corta, 18 km realizados por la totalidad del grupo hasta Ezcaray, en el Valle del Oja, población de larga historia y ambiente de montaña por estar muy cerca de la zona de esquí del mismo nombre. De nuevo una actividad singular de la que todos los que allí estuvieron guardarán un imperecedero recuerdo.

EL ZURRACAPOTE

A mediados de los años 90, Carlos coincidió en su trabajo con un peculiar compañero de trabajo, Jose Ignacio Miguel, riojano de San Asensio e ingeniero agrónomo de titulación, que, sin duda por la severa falta de oportunidades laborales para los jóvenes, recaló durante unos años en un banco. Luego sería gerente de una importante bodega en la Rioja y posteriormente consultor vitivinícola independiente con sede en Logroño.

De una sagacidad y perspicacia poco común, Carlos aprendió de él algunas cosas. Pero la mas lúdica sin duda fue la receta del zurracapote. Bebida habitual en las fiestas de La Rioja pero desconocida en el resto de España. La familia de José Miguel era propietaria o componente de la Cooperativa Davalillo, de San Asensio (Bodegas la Estrella) y de ahí vino la materia prima, el primer clarete para preparar este manjar de los dioses que ya no faltó en muchas de las salidas posteriores y cuya receta, tal y como la facilitó José Ignacio, podéis consultar aquí.

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