A finales de los años 70 empezaron a soplar vientos de cambio en las federaciones de montaña.
Hasta entonces hay que recordar que el deporte dependía orgánicamente de la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes, que no era otra cosa que un organismo del anterior régimen creado en 1941 para vertebrar, y sobre todo controlar, el deporte en España. Por supuesto, los presidentes de las federaciones no eran elegidos, sino designados.
El Consejo Superior de Deportes se creó en 1977 pero no se articularía una ley y un sistema de elección hasta mas tarde, luego las federaciones se regularían en 1984 y definitivamente en 1991.
En 1981 ya en la Federación Castellana de Montañismo (que luego se escindiría en las federaciones de Castilla León, Castilla La Mancha y Madrileña) corrían vientos de fronda. El presidente desde tiempos inmemoriales José Casado “Pepe Casado”, joyero de profesión, gestionaba la federación de una forma muy personal contando poco con nadie y representando una forma anterior del montañismo. Contaba con adhesiones inquebrantables y muchos detractores.
Convocadas las primeras elecciones se presentó la posibilidad real de poder acceder a la presidencia de la Federación Castellana. A ellas concurrió por un lado José Casado y por otro una candidatura de jóvenes renovadores encabezada por Manolo Campoamor Menéndez que provenía de la Escuela Castellana de Montaña y en la que participaban Carlos García Carratalá como Tesorero y Ramón Muñoz López como Vicepresidente. Pepe Casado arrasó porque contaba con los hilos suficientes para que la elección no se le escapara. Años mas tarde tras fallecer, se organizó un buen lío porque la familia reclamaba un millón de las antiguas pesetas que supuestamente Pepe había prestado a la federación, lo que no constaba en ninguna parte.